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11 de diciembre de 2017

ANÁLISIS DE Macbeth, de William Shakespeare

Algunos pensamientos idealistas propios de la Edad media aún seguían resonando en las mentes de los isabelinos. A pesar de las distancias temporales y de los avances de otros países de Europa, Inglaterra no había abandonado cuestiones propias de esta edad y es por eso que su “Cosmovisión” coincidía en muchos aspectos con la medieval.
                   En el libro La Cosmovisión Isabelina, El autor Stephen Tillyard desarrolla la idea que será el fundamento del pensamiento isabelino y es  precisamente el concepto de orden cósmico: “La concepción de orden se da por sentada hasta tal punto, forma parte tan importante de la mentalidad colectiva, que apenas si se le menciona (…)”.[1]
            Esta concepción es teocéntrica. El mundo entero en todos sus niveles, el universo,  los seres vivos y la sociedad, forman parte de una sola unidad creada por Dios. Este orden único, era abordado por los isabelinos mediante tres aspectos: una cadena con jerarquías, una serie de planos correspondientes entre sí y por último una danza cósmica.
            La estabilidad del mundo isabelino consistía en esta idea de orden. Como cadena el orden se presentaba de manera vertical. La parte superior de esta cadena se encuentra en el cielo, que tiene como exponente máximo a Dios seguido por sus ángeles (con todos sus rangos). El hombre sigue esta jerarquía como el eslabón fundamental de la cadena ya que bíblicamente fue hecho a imagen y semejanza divina, coronado de gloria y honra fue hecho un poco menor que los ángeles y a él se le dio el poder para gobernar y sojuzgar la tierra con todo lo creado en ella (animales, plantas y minerales en último lugar de esta cadena). El arquetipo del hombre en la tierra es el Rey.
            Siempre que los eslabones de esta cadena funcionen armoniosamente y de manera interdependiente, el orden iba a perdurar sobre la tierra. De no ser así irrumpiría el caos como producto de la alteración o ruptura de alguno de estos eslabones.
            Según Tillyard a los isabelinos: “Les obsesionaban el temor al caos y el hecho de la mutabilidad (…)”[2] . Para ellos el caos representaba el estado anterior a la creación cuando la tierra estaba desordenada y vacía.

            En Macbeth de William Shakespeare se puede ver claramente esta idea de cadena del ser. El rey Duncan  es el encargado de gobernar Escocia y mientras esto sucede el orden impera en este país. Los demás seres le deben admiración, respeto y honra.
            “Macbeth: El servicio y la fidelidad que os debo están bien premiados con la satisfacción que me causan. Vuestra grandeza tiene derecho a nuestros deberes, y vuestros deberes son para nuestro trono y para el estado (…)”[3]

Por sus méritos nobles y dignos Macbeth recibe el título de thane de Cawdor por manos del mismo rey y mientras estas jerarquías se respetan hasta la naturaleza se manifiesta de forma armónica. En la escena VI del primer acto, cuando el rey junto con Banquo se acercan a la morada de Macbeth para hospedarse, se pronuncian las siguientes palabras:
            “Duncan.- Los blandos nidos de la golondrina (…) demuestran que el hábito de los cielos acaricia amorosamente a este castillo. (…) el aire es siempre suave y delicado” [4]
Este ejemplo incluye también la idea de orden como una serie de planos correspondientes, dispuestos uno debajo de otro por orden de dignidad. Los cielos se manifiestan amorosos hacia Macbeth, al igual que el rey, y esto muestra la correspondencia del hombre con el cosmos.
            Cuando el héroe empieza a albergar, a causa de las brujas, la ambición al trono y la idea de tomarlo por sus propios medios, este apela a que la naturaleza no sea testigo de su degradación, por eso dice:
            “Macbeth: (…) Estrellas, ocultad vuestros fulgores. No vea vuestra luz mi profunda y sombría ambición.” [5]
 El hombre isabelino sabe que la luz y las tinieblas son incompatibles, por eso Macbeth sabe que el está en sombras y no quiere que los astros celestes juzguen sus maléficos actos.
La misma noche en que Macbeth y su esposa planean llevar a cabo su plan, los cielos demuestran su correspondencia con el estado civil en el que se estaba por encontrar Escocia. La esfera celeste concordaba con la oscura situación  que se estaba por vivir.
“Banquo.- Toma mi espada Fleance. Parece que el cielo hace economía, pues no brilla ninguna estrella.” [6]
Al romperse uno de los eslabones de esta cadena, el caos invadía el mundo isabelino y las consecuencias  eran funestas.  La correspondencia entre los cielos, la naturaleza y la discordia civil en el estado se hacían presentes a causa de la ruptura. Es por eso que luego del asesinato del rey por las sucias manos de Macbeth y su esposa, el personaje de Lenox dice lo siguiente:
“Lenox.- ¡Que noche tan horrible! El viento ha derribado las chimeneas de los aposentos donde dormíamos, y se han oído gemidos en el aire, extraños gritos de muerte, voces profetizando con acento terrible grandes trastornos, confusos sucesos que presagian desgracias. El ave de las tinieblas ha cantado toda la noche. Algunos dicen que la tierra ha tenido fiebre y ha temblado.” [7]
Así también los animales representan este caos. Animales dulces y hermosos como los caballos de Duncan, se volvían salvajes, como si quisieran hacerle la guerra al hombre.
De la misma manera se ve la correspondencia entre el hombre como microcosmos y el macrocosmos. Los desastres naturales en el exterior y los desastres espirituales en el interior de Macbeth y su cómplice ya que su última condición es la locura.
“Lady Macbeth.- Hay actos en los que no se debe pensar una vez cumplidos. De lo contrario, perderíamos la razón.
Macbeth.- Me ha parecido oír una voz que gritaba: “¡No dormirás más! Macbeth ha asesinado al sueño! (…)
Lady Macbeth.- ¡Es que deliráis!” [8]
El rey como representante máximo de Dios en la tierra, había sido destronado mediante la brutalidad y la ambición. Lo sagrado había sido profanado. El estado de alteración y descontrol está bien ejemplificado en la voz de los súbditos fieles del rey:
“Macduf.-El espíritu de destrucción ha consumado aquí su obra maestra. El más sacrílego asesino ha destrozado el templo del Señor y arrebatado la vida que lo animaba.”
Macbeth.- ¿Qué decís? ¿La vida de quién?
Lenox.- ¿Habláis de Su majestad?” [9]
Como cruel asesino e hipócrita actor, Macbeth ante estas palabras finge no saber nada y en ese empeño hasta aparenta desconocer  el lugar que ocupaba el rey como figura sagrada. Pero la voz de alarma, desconcierto y desesperación es aún mayor, y se escucha:
            “(…) ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Despertad todos! ¡Que toque la campana a rebato! ¡Traición! ¡Traición! (…) Levantaos, y ved una imagen del juicio supremo. Malcom, Banquo, levantaos como el seno de vuestros sepulcros, y corred lo mismo que espectros para asemejaros a este horror.” [10]
            La tragedia de Macbeth, producto del pensamiento isabelino de Shakespeare, en varios aspectos se diferencia o se asemeja con los conceptos de Tragedia Clásica.
            Uno de los principios básicos de la tragedia clásica es la regla de las unidades. Interpretada en el Renacimiento, a partir del libro Poética de Aristóteles, como una prescripción cuando su origen y finalidad simplemente había sido una descripción. Es por eso que los autores críticos convienen en llamarla: regla pseudo- aristotélica de las unidades.
Esta regla constaba de tres conceptos ligados por relación de consecuencias. La unidad de acción, como única línea de intriga. La unidad de tiempo, el tiempo diegético debía transcurrir en el lapso de 24 hs. Por último, y en consecuencia, la unidad de lugar, no había desplazamientos; la acción de la obra transcurría en el mismo lugar.
            El autor crítico Mario Praz afirma: “El gusto popular contribuyó, por lo tanto, a que el drama inglés se sustrajera a las unidades de tiempo, lugar, y acción (…)[11]. El “corsé de las unidades, tan estrictamente observado (…)”[12] según Josephine Bregazzi, ya no regía en el teatro isabelino. Es por estas razones que tampoco regirá en Macbeth.
A pesar de que  en el teatro isabelino se trabajaba con un escenario elemental, y no existían las grandes escenografías, había enorme libertad de acción. El mismo discurso de los personajes construía la ilusión escénica. Por eso en Macbeth, los hechos ocurren dentro y fuera del castillo, dependiendo de las circunstancias, y mediante la voz de los personajes el espectador se situaba en estos lugares. Una vez llegado al yermo en donde habitaban las brujas, Macbeth dice que nunca en su vida había visto un lugar tan sombrío y tan hermoso al mismo tiempo.
 La unidad de tiempo tampoco se cumple. Si bien no se hacen mayores referencias cronológicas, se puede inferir que desde el comienzo de la obra con la primer aparición de las brujas en medianoche, pasando por la noche trágica de la muerte del rey, hasta la segunda aparición de las mismas (Macbeth las llama “negros fantasmas de medianoche”) pasan varios días.
En lo que respecta a la unidad de acción, Aristóteles planteaba: “La unión estructural de las partes del argumento, siendo la imitación de la acción completa y entera, debe resultar tal que si alguna de esas partes es transpuesta o suprimida, el todo que compone se verá perturbado o distorsionado.” [13]
Esta unidad argumental también se transgrede. En la obra no es posible marcar una sola línea, ya que esta se presenta quebrada por distintas escenas incluyendo acciones subalternas, que en caso de suprimirse no afectarían el argumento central. Esta fractura se ejemplifica en la escena en que aparece por primera y última vez Lady Macduff dialogando con su precoz hijo antes de que sean asesinados. También se ve en la escena en que Lady Macbeth, ya sumida en la falta de cordura,  hace su aparición inesperada mientras el doctor y una dama presencian su solitaria conversación.
            La tragedia clásica también presentaba un héroe en el que convivían una serie de atributos fijos. Aristóteles define a este personaje de la siguiente manera: “(…) No resulta ser extremadamente virtuoso ni justo y que es abatido por la desdicha pero no ya en razón de sus vicios o maldad, sino como consecuencia de un error de juicio o de una debilidad.” [14]
Este  atributo definido como “error de juicio” o fallo moral del héroe, se conoce con el concepto griego de Hamartía. Es este primer error o pecado lo que desencadena un segundo atributo que es la Hybris, entendido como desmesura, soberbia, arrogancia, obstinación o empecinamiento del héroe que persiste en una conducta que desencadena la tragedia.
El héroe Macbeth, era apreciado por el pueblo y por el mismo rey como “Valeroso y digno caballero” por haber acabado con la sublevación de Macdowald. Es Duncan quién lo condecora con el título de thane de Cawdor y le dice que ve en él la noble planta que él plantó y hasta se compromete a hacer crecer esa planta. Pero este mismo héroe es quien se convierte en villano por albergar en su ser la ambición desmesurada que acaba en desastre.
Es pues la hamartía de Macbeth el elegir creer a estas hermanas fatídicas, seres sobrenaturales que lo proclaman, en primer lugar, thane de Cawdor, cuando no lo era, y futuro rey.  Por eso cuando las brujas desaparecen él dice:
“No os alejéis (…) Decidme de dónde os ha llegado esa extraña información. ¿Por qué nos detenéis con vuestras felicitaciones proféticas en esta angosta llanura? Hablad: yo lo quiero.” [15]

En contraposición se presenta el discurso de Banquo, quien lo acompañaba. Este personaje es testigo de los mismos presagios de las brujas pero los toma de otra forma. Banquo se manifiesta tranquilo, escucha las mismas palabras, pero en vez de creer reflexiona:
“Banquo.- (…) ¡Que profecía tan extraña! Muchas veces, para atraernos a un abismo de perdición, esos instrumentos de las tinieblas nos profetizan hechos verdaderos. En otras ocasiones nos seducen con fútiles bagatelas, cuyas consecuencias pueden ser funestas” [16]
Es Macbeth quien quiere creer, y con esta elección comienza a germinar en su corazón la idea de asesinato, aunque en un momento pareciera ser que desistiría de este sedicioso proyecto:
“Macbeth (aparte).-Si la suerte ha decretado que sea yo, que se me corone sin que yo tenga parte en esto.” [17]
No mucho tiempo después, cuando Duncan menciona que Malcom sería su sucesor como Príncipe de Cumberland, esta semilla se asienta y comienza la fatalidad:
“Macbeth (aparte).- ¡Príncipe de Cumberland! Este es un peldaño que debo subir, o mi caída es cierta, pues representa un obstáculo en mi camino.” [18]
Por estas razones, a diferencia del héroe clásico, este fallo moral no está basado en la ignorancia o desconocimiento, sino en una forma de ejercer la libre voluntad que todo ser humano tiene. Es el héroe quien elige deliberadamente, creyendo que está ejecutando la supuesta profecía que estos extraños seres le habían confiado.
De esta raíz surge la hybris en el héroe. Esta cólera es acrecentada por su esposa, Lady Macbeth, que enterada de este presagio no duda en influenciar a su marido para que lleve a cabo en actos aquello que en su pensamiento ya había sido ejecutado. Este mismo personaje no sólo le infunde coraje a Macbeth para que realice el asesinato sino que antes de verlo invoca a los espíritus maléficos para que la ayuden:
“Lady Macbeth.- (…) Venid a convertir en mi seno de mujer la leche en hiel. Venid, ministros del crimen, de allí donde os halléis esperando bajo invisibles sombras las horas de hacer mal (…)”[19]
A pesar de estas funestas influencias, la desmesura en Macbeth es propia de su espíritu ambicioso. Él era consciente de que la empresa que emprendía no estaba aprobada por el cielo. Sabía que sus intenciones eran obscuras, impropias de un alma noble, y producto de la bajeza moral.
“Macbeth.- (…) Mi proyecto es como un corcel que espoleo con mi desmedida ambición y que me arroja en su ímpetu por encima de la silla. (…)”[20]
En ciertos momentos el héroe se ve advertido por su propia conciencia, por la naturaleza, y hasta por otros personajes, como en el caso de su diálogo con Banquo:
“Macbeth.- Si queréis asociaros a mis proyectos cuando estén en sazón, no perderá nada vuestro honor.
Banquo.- Si no he de perder el honor al tratar de acrecentarlo, y si puedo conservar mi corazón libre y mi deber sin mancha respecto de mi soberano, seguiré gustoso vuestros consejos.” [21]
A pesar de esto Macbeth sigue empecinado en su decisión junto a su esposa, comete el regicidio, se viste de rey y a partir de ahí comienza su tiranía que lo hunde más y más en la miseria. A esto le sigue una secuencia de asesinatos con el fin de seguir ejerciendo esa ambición.
 El delirio se hace presente al ver a aparecer el espíritu Banquo (asesinado por su mandato)  y finalmente es este mismo presagio, en el cual había decido creer para llegar a la corona, el que lo sumerge en la más honda pobreza de alma y lo acompaña hasta su muerte.
Finalmente el orden quebrantado que se mencionaba al principio se ve restaurado mediante la sed de venganza, que encarnada en Malcom y ejecutada por Macduff, logra derrotar al tirano con  su decapitación final. De este modo, queda abiertamente demostrado que la justicia divina triunfa por sobre la inmoralidad del ser humano.

“Macbeth lo ha infringido, violado y roto todo y estos excesos acaban por sublevar a la misma naturaleza, la cual, cansada de soportar tanto, pierde la paciencia y entra en acción contra Macbeth. La naturaleza, hecha alma, lucha contra el hombre, hecho fuerza"[22]

FUENTE: CÁTEDRA DE LITERATURA EUROPEA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA
BUENOS AIRES







[1]Tillyard S., ( 1984) La Cosmovisión Isabelina, México, Fondo de Cultura Económica. Página 23.
[2]Ibídem. Página 32.
[3]Shakespeare W.,(2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna. Página 51.
[4] Shakespeare W.,(2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna Página 54.
[5]Ibídem. Página 51.
[6]Ibídem. Página 60.
[7]Ibídem. Página 65.
[8]Shakespeare, W (2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna Página 62
[9]Ibídem. Página 65
[10]Loc. cit.
[11]Praz, M (1975) El aporte del Renacimiento (1516-1579), en La literatura inglesa, Buenos Aires, Losada Página 81.
[12]Bregazzi, J (1999) Textos y géneros dramáticos, en Shakespeare y el teatro renacentista inglés, Madrid, Alianza Página 47.
[13]Aristóteles, (2005), Poética, Buenos Aires, Gradifco, Página 67.
[14] Ibídem.Página 77.
[15] Shakespeare, W (2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna Página 48.
[16]Shakespeare, W (2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna Página 49
[17]Loc. cit.
[18]Shakespeare, W (2007) Macbeth, Buenos Aires, Galerna Página
[19]Ibídem. Página 53.
[20]Ibídem. Página 60.
[21]Ibídem. Página 53.
[22]  Prólogo de Macbeth tomado del estudio W. Shakespeare por Víctor Hugo. Buenos Aires, Galerna Página 30.

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